... pero hace cinco años, cuatro aviones fueron secuestrados y estrellados contra los símbolos del poder americano (excepto el último, que lo hizo contra un descampado). Eso es algo que ya sabemos todos. Pero han pasado ya cinco años. Un lustro.
Y en tan poco tiempo han pasado tantas cosas que parece que llevemos toda una vida metidos en esta "guerra contra el terror". Una guerra que no se puede ganar, por muchos frentes que mister O´Bush y su séquito de tocapelotas se empeñen en abrir por todo el mundo. Porque en cinco años han habido tres guerras (Afganistán, Irak, Líbano) que, irónicamente, no han hecho sino fortalezer aún más las redes del terrorismo internacional.
En cinco años, un dictador loco se ha hecho con la bomba atómica, Pakistán e India casi se lían a pepinazos nucleares (¿verdad que de eso no se acordaban?) y un régimen islámico ha empezado a enriquecer uranio mientras afirma que Israel debe ser borrado del mapa (sic).
En una semana, medio millar de personas murieron en Rusia, 400 de ellas en un colegio de primaria. 200 en Madrid, 200 en Bali, 50 en Marruecos, 72 en Turquía, 54 en Londres. En Irak mueren 100 seres humanos cada día en actos terroristas. Cada día. Hoy el mundo no es más seguro. Hay más cámaras, más contoles, más policías que disparan primero y preguntan después. Hay más censura, las fotos de los muertos se cambian por la de gloriosos bomberos henchidos de partiotismo heróico. Pero no hay muertos. Porque si hay muertos a lo mejor es que no estamos ganando la guerra. Lo llaman respeto, claro, pero son las mismas personas que enarbolan en alto caricaturas del Profeta con un cinturón de explosivos. Eso es libertad de expresión, claro. Pero si alguien enseña nuestros muertos, es un desalmado sin respeto. Que hipocresía.
Hoy el mundo está más polarizado de lo que estuvo en la Guerra Fría, si cabe. El Amo del mundo libre así lo dijo, el que no está conmigo está contra mí, quien conmigo no recoge, derrama. El Señor de los Ejércitos está con nosotros. Y cosas por el estilo.
Ala Akbar. God bless America. Esta guerra santa que es en realidad la guerra para hacerse con los últimos recursos del planeta no acabará bien. No se puede ganar. No se puede acabar, salvo que cada vez más actores entren en escena y al final, en un gran estruendo luminoso y sonoro, se baje el telón para siempre. O quizá no. Quizá, en nombre de la seguridad y el bienestar de todos se erija un poder basado en el miedo y la paranoia. Su vecino puede ser un terrorista. Antrax. Aviones que caen. Trenes que saltan por los aires. Nuestros enemigos urden malvados planes contra nuestra nación y contra la libertad en el mundo.
Han pasado cinco años.
11 septiembre 2006
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